El año 2024 se caracterizó por una profunda recesión económica que dejó numerosas secuelas. Entre estas consecuencias, el Producto Bruto Interno (PBI) retrocedió 1,7% anual, sumado al deterioro del mercado interno y recuperación parcial hacia fines del año.
Las exportaciones mostraron un resultado positivo, con un aumento del 23,2%, motorizado por el sector agropecuario y mayores ventas de combustibles y energía.
Por el contrario, la evolución del consumo privado se contrajo un 4,2%, la inversión descendió 17,4% y el gasto público cayó 3,2%. Esta caída evidenció una transformación estructural, la economía se volvió más primarizada: el agro y el sector de minas y canteras crecieron, en tanto la industria, el comercio y la construcción se retrajeron.
La calidad del empleo se deterioró. Los asalariados registrados se redujeron en 175.000, mientras que aumentaron los asalariados no registrados en 75.700 y los trabajadores no asalariados en 249.100.
La tasa de desocupación subió al 6,4%. A este fenómeno se sumó un alza de la subocupación, del número de personas con más de un empleo y de quienes, estando empleados, demandan activamente otro trabajo.
El empleo registrado reflejó un escenario adverso. Entre noviembre de 2023 y febrero de 2025, el número de asalariados registrados cayó en casi 182.000, entre el sector público y privado.